1. HOMO-SAPIENS
1.1. Al que le guste la nata, que se la frote.
La farra es una entelequia contemporánea banal. Ñembo-dionisíaca. Circo moderno sin incienso, sin trapecistas ni payasos. El concepto actual de farra usa y abusa de una tipología burda calcada de las telenovelas. Curiosamente no ha ido perdiendo público, aún considerando que a finales del siglo XX, el bicho humano sin valores que defender, ha perdido definitivamente el interés y las fronteras de todo. Faltan referentes. La lógica muere y el sentido de la ¿sana? diversión se pierde. Hoy por hoy reina endiosado aún más que el dinero, un tova-atä a prueba de misiles y un karú-vaí de la san puta.
1.2. Aclaración preliminar.
Somos los ñembo-descastados, los rarófilos. Pertenecemos a la secta de los vampiros espirituales insaciables. Nos alimentamos de la carne y sangre de los ansiosos espiritualitos y espiritualitas decadentes y terminales que andan circulando todo debalde por ahí. Romantiquitos perdidos, enloquecidas angustiadas y ñembo-doloridos espirituales. Practicamos religiosamente el mbaipy sinérgico-espiritual por deporte, una mezcla de canibalismo ritual y antropofagia mágico-espiritualoide. Rara avis. Somos los auténticos Halcones Rosados. Como los templarios. Nuestra técnica en realidad es más simple de lo que parece. Consiste en hacer retornar al osado incauto por el caminito oscuro que vuelve desde siempre. Un resbalón. Un pequeño empujoncito. Hasta que la víctima muerde el anzuelo. Y ya está.
1.3. Mi amigo el gordo.
¡Abran carajo! bramó el Gordo. ¡Abran carajo, qué se creen! De un imponente patadón destartaló el antiguo portón de dos vientos. Ni los perros osaron acercarse. ¡Quiero chupar carajo! ¿Dónde mierda se metieron estas hijas de una Gran Puta? ¿Viste lo que te dije, estas boludas de mierda ya ni cogen carajo? En el fondo del zaguán se encendieron pálidas luces verdes y rojas mientras una mujer semi-en-bolas se acercaba alumbrada por la oscilante y fantasmal luz de una linterna. La patota acompañó sigilosa los pasos firmes del Gordo atravesando a grandes zancadas el patiecito delantero del quilombo. ¡Lucy! ¿Qué carajo están haciendo? Quiero chupar. Que despierten a todas las pendejas. Me tienen podrido. Histéricas de mierda.
1.4. Lucifer riré Lucifer jevy.
El gran culo de la madama. Por supuesto. Pero la verdadera historia de Lucifer no pasa por ahí. Se trata en el fondo de hacer patria. Lucy, oriundo de Caraguatay, fue alguna vez Lucindo, pionero en el trasvestismo nativo; aviesamente criado y malcriado en Asunción por aquellos rotundos maricas paraquarios de los buenos tiempos. Otros sostienen que Lucindo/a vio la luz por primera vez en realidad, en la atávica sala de partos del viejo Hospital de Clínicas. Sus anonadados padres y la partera actuante, según afirma un antiguo decano de esa casa de estudios, quedaron estupefactos ante el fenómeno. Primer caso confirmado de hermafroditismo completo en el país.
1.5. Holgorio para médicos.
Como se sabe, el hermafroditismo real y completo en la especie humana, si bien se da como en todo el reino animal, es extremadamente raro. Contados casos de libro. Pero algo había que hacer. Así que rápida y provisionalmente lo rotularon como niña. La madre insistió en que se llamara Lucinda como su partera. Sólo así se entiende que el enorme falo que se insinuaba ya desde su alumbramiento, fuera catalogado casi eufemísticamente (muy a la paraguaya) como un clítoris gigante. Cosas de este país. La consiguiente corroboración de la completud dual de toda la cadena de genitales tanto externos como internos, de ambos sexos en el mismo individuo, hizo furor en el pobre mundillo de la ciencia médica paraguaya de aquél entonces. Este país pertenece a la categoría que los romanos denominaban, de pueblos y/o culturas bárbaros. Hasta decir basta. Plagado de bravucones prepotentes y pretenciosos. Provocadores ostentosos. Petulantes superficiales e impenitentes oportunistas. Matriarcas y maricones enbravecidos. Ladrones, piratas y traficantes de todos los colores y pelajes.
1.6. Bueno-bueno-¿qué?
Tantos milenios de civilización desperdiciados al-santo-pedo y nadie pudo resolver aún el enigma de la maldad. ¿Bueno-Malo-Bueno o Malo-Bueno-qué? Las noches asuncenas son tibias en pleno junio. Cualquiercosa hace subir la adrenalina. ¡Cancha, quiero cancha! ¿Concha-pió querés jefe? Ji-ji-ji. Un sonoro saplé restalló en la nuca del Rubio, caficho eterno del lugar. Yolanda calladita prendió las luces. La pinta del tugurio era fatal como el luneró. Y sí, un lunes quién se gasta en pistoleadas de arrabal. ¡Hay que ser coherentes carajo!, aulló el Gordo apoltronándose en el primer sillón destartalado que encontró. Jajapona peteí kilombo katé. Y a plantar bola. ¿Mbaetekópa? La idea parecía tentadora. Y novedosa. Negocio para turistas despistados. A las cuatro de la mañana, el pequeño quilombo de Lucifer era realmente un verdadero quilombo. ¡Qué mugre carajo! ¡Qué puercas de mierda se volvieron!. El Gordo abrió ceremonialmente su botella de whisky. ¡Vasos carajo! Y mucho hielo ¡muévanse putitas de mierda! Hizo su entrada Clorinda, la nueva y el Gordo pareció tranquilizarse. ¡La Puta: qué tetas! Daban como para alimentar un batallón. Tranquilopá. Si total ipahape eran recién las cuatro.
1.7. Tatu-vaí o el origen de la guerra de los sexos.
Es cierto, la historia de Lucy es oscura, como son siempre las historias de este tipo. El tabú lo deforma todo. Como el pus. Viejos quilomberos cuentan que la que años después llegaría a ser las más experta culeadora del aún incipiente cine pornográfico norteamericano, precozmente, ya se encontraba ejerciendo en Nueva York a mediados del caluroso mes de mayo del 71. De caficho. Podrida angá-la-pobre con el tema del clítoris gigante, pensó razonablemente en darle un mejor uso a la cosa. Abandonó la casa. Tiró las polleras. Y embarcado (ahora Lucio) abordó de polizón, un carguero porteño con destino a la gran ubre norteña. ¿Como el Tira se enteró de su existencia? Es un misterio más de su larga trayectoria. Lo que sí es perfectamente comprobable, es que se la vio instalado/a no muchos años después de sus éxitos en la pornografía yanki, entre los allegados del noble Jefe, como pre-seleccionador/a ijykepe de los manjares cuerperiles que el viejo degenerado degustaba en una oscura vivienda del barrio Takumbú. En ella todo siempre fue dual. Dicen también que era la que mejor se los cogía a todos los maricas que abundaban dentro del entorno del Tira. Ya que con ella era fácil. Fungiendo de fémina cualquiera pasaba por un machote. Y adentro en la intimidad, meta bola. Los emputecidos exquisitos la describen como una culeadora insaciable.
Jorge Kanese
De Halcones rosados, una de la secciones de La conspiración de los ginecólogos. Trilogía inversa, Asunción, Jakembo editores, 2005
1 comentario:
oh, esta escritura es como un relámpago que se prolonga.
La culeadora/el culeador pasa ante la retina, como un personaje desmesurado: el gran poto se luce y las palabras que tratan sobre el memorable hermafrodita parecen saltar del monitor.
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