Mario Corcino era el hijo gordito de una amiga gordita de mi mamá que además era su tocaya. A mí me encantaba que mi mamá visitara a Angie.y que estuviera en casa Mario Corcino. Angie y su mamá decían que seríamos novios un día, con el pasar de los años.
Después de escuchar eso varias veces de boca de todos los miembros de la familia, Mario Corcino y yo nos íbamos a su cuarto y pasábamos la tarde disfrutando de un sano entretenimiento infantil que no recuerdo cual era. El me divertía, y me divertían también Tito y César, otros dos hijos de otra amiga de mi mama. (César conseguía meterse completo en el baúl de sus juguetes y cerrar la tapa y todo de tan pequeño que era.)
De Mario Corcino tenía una foto en la que él salía sentado en el umbral de la puerta del colegio vestido de Pinocho con una nariz que revelaba muchas mentiras dichas. A veces miraba la foto por mucho tiempo y decía un día, con el pasar de los años, seremos novios. También recuerdo que él tenía un gato o un perro o un animalito que llamaba mi atención mucho más que los tomos azul marino y dorados de su enciclopedia en inglés, que también me llamaban la atención.
En el colegio -porque Mario y yo durante unas épocas estudiamos en el mismo colegio- nos sonreíamos en los pasillos. Después Angie se encontraba con Angie en el supermercado, o en la farmacia y mi mamá preguntaba cómo está Mario? y yo escuchaba que Mario está de lo más bien. Y luego Angie, la mamá gordita de Mario, me decía le voy a decir a Mario que te vi.
El pasar de los años transcurrió. Y yo atravesaba la plaza de mi ciudad todos los días para tomar el bus de vuelta a casa. Un carro se paró a mi lado y bajó el vidrio. Mario Corcino, que ya conducía, me saludó y me preguntó a dónde iba. Te llevo, me dijo.
Ese año, Mario había entrado a ese otro colegio en ese otro lado de la ciudad. Le estaba gustando. Quería estudiar ingeniería. O medicina. O algo así. No recuerdo. Angie estaba bien. Estaba trabajando en algún lado. Verónica, su hermana, ya era ingeniera, o médica o algo así. Se había casado. O tal vez fue Mari, su otra hermana, la que se casó.
Mario Corcino me dijo muchas cosas y yo le dije muchas cosas a él. Ya que mi casa quedaba en la ruta hacia la suya, si yo quería, me dijo, me podía dar pon a veces o un aventoncito.
Después de escuchar eso varias veces de boca de todos los miembros de la familia, Mario Corcino y yo nos íbamos a su cuarto y pasábamos la tarde disfrutando de un sano entretenimiento infantil que no recuerdo cual era. El me divertía, y me divertían también Tito y César, otros dos hijos de otra amiga de mi mama. (César conseguía meterse completo en el baúl de sus juguetes y cerrar la tapa y todo de tan pequeño que era.)
De Mario Corcino tenía una foto en la que él salía sentado en el umbral de la puerta del colegio vestido de Pinocho con una nariz que revelaba muchas mentiras dichas. A veces miraba la foto por mucho tiempo y decía un día, con el pasar de los años, seremos novios. También recuerdo que él tenía un gato o un perro o un animalito que llamaba mi atención mucho más que los tomos azul marino y dorados de su enciclopedia en inglés, que también me llamaban la atención.
En el colegio -porque Mario y yo durante unas épocas estudiamos en el mismo colegio- nos sonreíamos en los pasillos. Después Angie se encontraba con Angie en el supermercado, o en la farmacia y mi mamá preguntaba cómo está Mario? y yo escuchaba que Mario está de lo más bien. Y luego Angie, la mamá gordita de Mario, me decía le voy a decir a Mario que te vi.
El pasar de los años transcurrió. Y yo atravesaba la plaza de mi ciudad todos los días para tomar el bus de vuelta a casa. Un carro se paró a mi lado y bajó el vidrio. Mario Corcino, que ya conducía, me saludó y me preguntó a dónde iba. Te llevo, me dijo.
Ese año, Mario había entrado a ese otro colegio en ese otro lado de la ciudad. Le estaba gustando. Quería estudiar ingeniería. O medicina. O algo así. No recuerdo. Angie estaba bien. Estaba trabajando en algún lado. Verónica, su hermana, ya era ingeniera, o médica o algo así. Se había casado. O tal vez fue Mari, su otra hermana, la que se casó.
Mario Corcino me dijo muchas cosas y yo le dije muchas cosas a él. Ya que mi casa quedaba en la ruta hacia la suya, si yo quería, me dijo, me podía dar pon a veces o un aventoncito.
1 comentario:
Muy bueno, me gustó mucho. Es interesante pensar cuáles son realmente las cosas importantes cuando uno hace memoria y se pone a escribir/sentir.
saludos
Publicar un comentario