domingo, 28 de octubre de 2007

Malejo guaraní de Bueno o cuando se escribe sin saber y te pillan


En la página 12 dice: Ñe’e, pero debe decir Ñe’ë, con signo diacrítico –diéresis o vírgula— que marca la nasalización de las vocales, y no acento circunflexo, que a veces aparece (en el elucidatorio), y otras no, como en esta página.
En la página 15 dice: Ñemomirî y Ñemomirîha. Tiene que decir: Ñemomirï y Ñemomirïha: obediencia, sumisión, pleitesía. Achicarse, acobardarse, rendirse.
En la página 17 dice: Tecové. Debe decir: Tekove (vida, existencia). En la misma página, donde dice: Tecovembiki, debe decir tekovembyky: vida breve (en la escritura guaraní, la “y” es un fonema que no se confunde jamás fonéticamente con la “i” latina ni con la “y” griega. Incluso puede asumir la función de una sexta vocal, como en este ejemplo, y aun la de una vocal nasalizada, que se grafica añadiéndole una diéresis o una vírgula).
En la página 17 dice: Andîrá, pero debe decir andýra: murciélago, vampiro. (Como la inmensa mayoría de las palabras guaraníes son agudas, por lo general no se marca gráficamente en estos casos la sílaba tónica; sí se la indica, en cambio, cuando se trata de palabras que no son agudas, como en este ejemplo, donde la presencia del acento ortográfico indica que se trata de una palabra llana o grave.)
En la página 18 dice: Tiegui, pero debe decir tyeguy: bajo vientre, pubis, abdomen. En la misma página se lee: Guarânias; debe escribirse simplemente: Guaranias (término que alude a un género musical surgido en el siglo XX, con músicas de José Asunción Flores. Una guarania famosa últimamente es “Che pykasu mi”, “Mi pequeña paloma silvestre”). Siempre en la página 18, aparece el término: Morangú; debe decir: Morangu (neologismo por fábula).
En la página 20 dice: Tasî tapiá, pero debe decir tasy tapia: dolor, enfermedad frecuente.
En la página 21 dice: Pi’aberete, y en la página correspondiente al elucidatorio, la 64: Pi’amberete. Debe decir: Py’a mbarete: corazón fuerte, resistente, intenso, poderoso.
En la página 27 dice: Tahiî. Debe decir: Tahýi (hormiga). Dice también: Quaicuru, pero debe decir: Guaikuru. El término alude a una de las etnias de la familia lingüística mbayá; actualmente, la única superviviente de estas etnias es la caduvea, que, si bien se encuentra extinta en Paraguay, se mantiene en Puerto Alburquerque, Brasil, al sur del Pantanal. Los caduveo existían todavía en Paraguay a comienzos del siglo XX, como testimonian las fotografías de Guido Boggiani. El nombre “guaikuru” es la denominación que los guaraní daban a dicha etnia, famosa por su belicosidad y virtudes guerreras (de ahí también el nombre de tahýi guaikuru que se da a cierta hormiga de picadura muy venenosa).
En la página 37 dice: Heitaicoé, pero debe decir: He’i taikoe (dice que amanezca).
En la página 51 dice: Michîmira’ymi. Debe decir: Michïmira`ymi, hijo de lo más pequeño, infinitesimal.
En la página 53 dice: Brinksmichîmira`ytotekemi. Tal vez esto quiera decir: Brinksmichïmira`ytokemi (que se duerma el chiquitititísimo Brinks).
En la página 57 y en el elucidatorio dice: Haîhu (taîhu), pero debe decir: Tayhu, o bien: Hayhu (querer, amar, apreciar).
En la página 61 (elucidatorio) dice: Mboiraihu, con el sentido de hacer el amor. O es un neologismo creado por Bueno a partir de mboi, serpiente, y ahayhu, amar: amor de serpiente –tal vez el autor quiera hacer del ayuntamiento de las serpientes una metáfora del amor-, o es un error de interpretación. Mborayhu es el término para amor, cariño, estima, enamorado, amado. (Dicho sea de paso, se diferencia apenas por una letra de mboriahu: pobre, pobreza.)
Otro exceso, u otra licencia poética, aparece en la página 63 del elucidatorio, donde se traduce Mongetá por amor y por hacer el amor. En realidad, ese significado no aparece en ningún diccionario actual, ni es propio tampoco del lenguaje popular, que yo sepa. Mongeta es, simple y llanamente, “hablar, conversar, dar labia, batir papo”. La palabra de uso actual, que no parece en algunos petit diccionarios, para “hacer el amor” es: Poro’u, “coger”, pero también, al mismo tiempo, comer. Es en relación a este segundo sentido del vocablo que los jesuitas hablaban en sus escritos de “Ava poru” (sic), para aludir a ciertos rituales antropofágicos: “poru”, es decir, “poro’u”, indica la acción de comer “ava”, “hombre, ser humano” (tal es el sentido de la palabra entre los ava katuete, una de las etnias guaraní existentes en Paraguay). Curiosamente, el llamado “caldo ava” es un típico y popular plato del menú paraguayo; podríamos relacionar su nombre con una posible alusión a algún primigenio ritual antropofágico.
NOTAS:
· Durante el lanzamiento del libro de Kanese, Luli Miranda —antropóloga paraguaya residente desde hace años en Brasil y traductora, conjuntamente con Josely Vianna Baptista, de “Cuadernos de Amerindia”, tres tomos de mitos y poemas Mbya-Guaraní / Nivaclé (1996)— me comentó que había asesorado o ayudado a Wilson Bueno en la escritura de la parte en guaraní de “Mar paraguayo”, por lo que cabe atribuir los deslizamientos e inexactitudes presentes en el texto de Bueno a la propia inestabilidad de la gramática guaraní.
· Sobre la “sopa paraguaya” de Perlongher: nuestro autor toca de oído, y desafina, cuando afirma que ésta consiste “en una especie sui generis de tortilla o empanada” (sic). Quizá sea así la que se vende a los turistas en el Barrio Once. La sopa paraguaya, que es la única sopa sólida del mundo, se prepara de acuerdo a un ritual, que yo he contemplado muchas veces en mi infancia, que empieza con la mezcla, en proporciones rigurosas, de harina de maíz, huevos, queso paraguay, cebolla si se desea, manteca, de preferencia (de leche, por supuesto, no vegetal), o, en su defecto, aceite, prosigue con el engrasado de un molde metálico rectangular y termina (idealmente; hoy es más frecuente recurrir al horno de gas común) con el ingreso de esta especie de budín en el tatakuá, horno de barro previamente encendido con rajas de madera. El ofrecimiento de “un pedazo de sopa” suele producir en oídos no paraguayos el mismo divertido desconcierto que podría suscitar la invitación a beber “un vaso de queso” o “una copita de pollo a la brasa”.







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