miércoles, 24 de octubre de 2007

Carta poético-política: ¿no nacionalismo?

Estimables Rolando Sánchez Mejías, Régis Bonvicino y otros/as,

¿cómo no concordar con vuestra voluntad de desencadenar un movimiento internacional contra el nacionalismo en las artes?, ¿cómo no suscribir vuestro envío (cf. Cataluña: Carta no nacionalista), sin por ello dejar de, hasta cierto punto, responder/lo?

La discordancia, aquí, radical (de una raíz que permanece, al decir de Celan, con todo, en el aire), lejos de poner en entredicho vuestras buenas intenciones, está en otra parte. De facto: discordancia tan pensativa como práctica. Pues vuestra carta, por largos pasajes, hace exáctamente lo contrario de lo que dice: mima, espejéase no poco con el adversario denunciado, y queda a ratos atrapada en su violencia, en su retórica y lenguaje. ¿Vuestra Carta no nacionalista fuera de veras una Carta nacionalista contra el nacionalismo (y contra sí misma de paso), esto es, aún una Carta en el seno del nacionalismo? ¿Uma carta no nacionalismo? Tal vez. Tal fuera el punto, disyunto. Y la inzanjabilidad, aquí, ¿qué decide? Pues si hay algo irreductiblemente violento eso fuera la identificación unívoca, la referencia absoluta – para el caso: la idealización (esto es, la sustancialización) del “nacionalismo”, alias muerte. Como uno. Como puro. Como simple – para nada, y de entrada, fracturado, inesencial, disyunto (por demás es tal diyuntura la que hace posible cualquier operación identificatoria, “sociopolítica” y/o “textual”). Aun con las mejores intenciones y maneras, de cierto.

¿Hacia adónde avanza el nacionalismo catalán?, parte preguntándose/respondiéndose vuestro envío, esto es, presuponiendo ya que eso que llaman nacionalismo catalán es uno, y que ese uno, esa presunta identidad una y única de el nacionalismo, unívocamente avanza (luego, sin embargo, se nos dirá que ese “avance” es de veras un “retroceso”, una regresión delirante). ¿No es acaso ese gesto, ahí, confirmado, vuestro, que otorga un presunto valor de identidad al nacionalismo, el que enseguida – y en toda la dicha Carta – precisamente denuncian? Y aún añaden: La pregunta, por supuesto, puede hacerse extensiva a otros nacionalismos y a su significado en las sociedades modernas. Traduzco: ¿Hacia adónde avanzan [los] otros nacionalismos, aparte del catalán – pero que en verdad (es la verdad que nos revela la frase que viene enseguida en la Carta), no son otros, o sólo empíricamente, pues compartirían, según vosotros, el mismo destino que el nacionalismo catalán? Respuesta, vuestra: al uso político de unos presuntos “valores de identidad”, suprimiendo de forma coercitiva las diferencias, etc. Es el leitmotif y voz cantante de toda la Carta: El nacionalismo catalán [subrayo] se articula hoy a través de una violencia más o menos solapada, que opera institucionalmente revestida de “buenas maneras”, por decir, tal vez, de buenas intenciones.

Lo que se acostumbra llamar nacionalismo (como el narcisismo – incluso en las artes), si hay uno (como ustedes sugieren), fuera de entrada más de uno, esto es, diferenciado y aun difereciándose, por poco que no olvidemos su rol (complejo) en las llamadas independencias de los países latinoamericanos, en los actuales procesos (acaso aun más complejos) de dignificación de los pueblos llamados indígenas del continente llamado americano, y aun en la tradición romántica (esto es, en casi toda la literatura llamada moderna). O aun, en todo movimiento (acaso interminable) de constitución de niños en adultos, que se inicia, como es sabido, con identificaciones de toda laya. Condenar el nacionalismo sin más, simplemente, si tal hubiera, pudiera sonar bien al oído de las almas bellas, mas de facto conlleva (aún inconscientemente) identificarse con lo peor de lo condenado y, de paso, victimizar a todo niño y/o niña, a todo infante que aún en nos/otros habite y, quién sabe, con nos hable. (Dicho sea de paso en solidaridad también con aquella niña ecuatoriana violentada recientemente en Barcelona sólo por ser, sólo por haber sido identificada como no idéntica, no una misma -- porque ecuatoriana).

En suma: vuestro envío da qué pensar y se agradece. Vuestra intención se comparte. Con todo, suscribo suscribir toda denuncia de injusticia en la vida (social) como en las artes justamente; esto es, toda iniciativa no fagocitada por el gesto, el habla, la retórica, el lenguaje y acto violento que no hace sino, más allá del eventual carácter de sus loables intenciones, confirmar y acrecentar lo injusto.

Saludos,

Carmen Abaroa.

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